Hace ya unos cuantos años, un profesor de la Academia de
Policía de Ávila, no sin cierta nostalgia,
afirmaba que “la informática y la psicología estaban acabando con la Policía”,
refiriéndose quizás a una manera de trabajar de vieja escuela, en la que los
agentes conocían a los delincuentes personalmente, dominaban su argot e incluso
disponían de pequeñas cantidades de dinero para pagar confidentes. Su principal
archivo era una vieja libreta de anillas y su principal baza psicológica era el
respeto.
Hay que reconocer que los medios técnicos y su dominio son
los que ponen a la policía en el siglo XXI, pese a que despersonalicen un poco
a la institución haciéndola parecerse mas a una empresa que a un cuerpo armado que sirve y protege. El
problema de esta “empresa” es que no está dirigida por especialistas en gestión
ni en recursos humanos, si no que está en manos de funcionarios que en muchos
casos carecen incluso de titulaciones académicas adecuadas. Un batallón que coordina, dirige y planifica,
cuyo único recurso de gestión consiste en alimentar lo que yo diría que es la
mayor lacra que padecemos los que nos ganamos las habichuelas en la calle: la
estadística.
En nombre de los resultados estadísticos, nuestros “hábiles
gestores” consiguen no sólo despersonalizar a la institución policial, sino
también a la sociedad entera, convirtiendo al ciudadano en un mero número,
listo para ser identificado, detenido o interrogado.
Las estadísticas y los números no entienden de paciencia ni
de trato personal. Tampoco entienden que la mejor intervención es la
prevención, y que somos Policías del Estado al servicio de los ciudadanos, para tratar que
vivan mejor y más seguros.
Todo esto da lugar a que para algún mando sea preferible que
el policía, por ejemplo, incaute tres papelinas que un paquete con treinta
gramos, porque para la estadística, tres
anotaciones son siempre mejor que una.
Esta sencilla regla se aplica al trabajo policial en todos los niveles,
logrando igualar la detención de un peligroso delincuente con la de un
borrachín de fin de semana. Ambos a fin de mes contarán lo mismo en las
tribulaciones de los sesudos gestores. Cuando se aplica a un grupo de
investigación, logra que éste encamine sus pesquisas a un mayor número de
hechos que a menos trabajos pero de más
calidad.
Esta gestión nos lleva a una manera de trabajar alejada de
la realidad de la calle, basada en múltiples actuaciones encaminadas a la
obtención de números que mejoren los de años anteriores, con una política de
identificaciones indiscriminadas y de controles dudosamente justificados, que
no ataca a los problemas reales, que causa molestias innecesarias a numerosos
ciudadanos y que sitúa al agente actuante en una posición de indefensión
jurídica y laboral al tener que trabajar bajo la presión de los devoradores de
estadística, sus mandos directos, que tratan que haga su labor en el límite de
la legalidad y bajo la espada de Damocles de ser juzgado por partida doble, por
nuestro régimen disciplinario y por el ordinario cuando cometes algún error…
Queremos ser siendo
la Policía de los ciudadanos, preparada y honrada, no Policía Política al servicio de intereses
de altos funcionarios o de partidos políticos.
Pablo Rojo Martínez
UPR Gijón.