3 de febrero de 2012

NO SALEN LAS CUENTAS


Hace ya unos cuantos años, un profesor de la Academia de Policía de Ávila, no sin cierta nostalgia,  afirmaba que “la informática y la psicología estaban acabando con la Policía”, refiriéndose quizás a una manera de trabajar de vieja escuela, en la que los agentes conocían a los delincuentes personalmente, dominaban su argot e incluso disponían de pequeñas cantidades de dinero para pagar confidentes. Su principal archivo era una vieja libreta de anillas y su principal baza psicológica era el respeto.
Hay que reconocer que los medios técnicos y su dominio son los que ponen a la policía en el siglo XXI, pese a que despersonalicen un poco a la institución haciéndola parecerse mas a una empresa  que a un cuerpo armado que sirve y protege. El problema de esta “empresa” es que no está dirigida por especialistas en gestión ni en recursos humanos, si no que está en manos de funcionarios que en muchos casos carecen incluso de titulaciones académicas adecuadas.       Un batallón que coordina, dirige y planifica, cuyo único recurso de gestión consiste en alimentar lo que yo diría que es la mayor lacra que padecemos los que nos ganamos las habichuelas en la calle: la estadística.
En nombre de los resultados estadísticos, nuestros “hábiles gestores” consiguen no sólo despersonalizar a la institución policial, sino también a la sociedad entera, convirtiendo al ciudadano en un mero número, listo para ser identificado, detenido o interrogado.
Las estadísticas y los números no entienden de paciencia ni de trato personal. Tampoco entienden que la mejor intervención es la prevención, y que somos Policías del Estado  al servicio de los ciudadanos, para tratar que vivan mejor y más seguros.
Todo esto da lugar a que para algún mando sea preferible que el policía, por ejemplo, incaute tres papelinas que un paquete con treinta gramos,  porque para la estadística, tres anotaciones son  siempre mejor que una. Esta sencilla regla se aplica al trabajo policial en todos los niveles, logrando igualar la detención de un peligroso delincuente con la de un borrachín de fin de semana. Ambos a fin de mes contarán lo mismo en las tribulaciones de los sesudos gestores. Cuando se aplica a un grupo de investigación, logra que éste encamine sus pesquisas a un mayor número de hechos que a menos trabajos  pero de más calidad.
Esta gestión nos lleva a una manera de trabajar alejada de la realidad de la calle, basada en múltiples actuaciones encaminadas a la obtención de números que mejoren los de años anteriores, con una política de identificaciones indiscriminadas y de controles dudosamente justificados, que no ataca a los problemas reales, que causa molestias innecesarias a numerosos ciudadanos y que sitúa al agente actuante en una posición de indefensión jurídica y laboral al tener que trabajar bajo la presión de los devoradores de estadística, sus mandos directos, que tratan que haga su labor en el límite de la legalidad y bajo la espada de Damocles de ser juzgado por partida doble, por nuestro régimen disciplinario y por el ordinario cuando cometes algún error…  
Queremos ser  siendo la Policía de los ciudadanos, preparada y honrada,  no Policía Política al servicio de intereses de altos funcionarios  o de partidos políticos.
Pablo Rojo Martínez
UPR Gijón.