(Si quieres...)
Márquez, el buen
escritor, el que plasmo la soledad del coronel, formuló esa pregunta finalista
y cruel: Dime. ¿Qué comemos? A la vez
que con una respuesta escatológica pero contundente se definió la realidad más absoluta
de un concreto momento vital, y que aquí y ahora nos sirve para realizar otra
parecida, Dime. ¿Te dan lo que quieres? Esperamos y deseamos que no sea con
igual respuesta que la novelada, sino que con todo el cariño y afecto que las
circunstancias aconsejan, la misma sea totalmente satisfactoria a lo que se
pretende y quiere.
Satisfacción que se
quiere porque el bien de unos pude ser el bien de todos, y así todos ganamos. A
priori, y sin que esa ganancia se tenga por cierta hasta ver el monto, y que a
fecha de hoy existen serias dudas sobre la misma, entonces, y estando así las
cosas, por otro lado nada claras, parece ser que la prudencia aconseja más al
recato que a la algarada. Cabe seguir el relato en ese instante tan hermoso de la
novela donde ella y desde un existencialismo puro define el ser y la esencia de
una persona de manera divina cuando dice…"Nada en
este mundo debe ser más tremendo que los escombros de un hombre." Hay que evitar que cualquier obra por grande o
pequeña logre reducir a uno o una a escombros. El escombro quizás se nos pueda
presentar como consecuencia de la demolición de cualquier proyecto desajustado,
con dirección deficitaria y una ejecución insuficiente; lo que conduce
inevitablemente a una incomprensión de lo pretendido con el lógico y nefasto
resultado, ese que es causa de múltiples razones y que debe de llevar a
reflexiones diversas realizadas por los diferentes actores. En tu propio solar
quedaste fuera… ¿En qué y por qué se falló?
En ese escenario de desafección y fracaso aparece la
crítica feroz que es propia de lobos no de cuento, sino de aquel a que Hobbes
refiere; pero es necesario decir que igualmente irrumpen aquellos que con la
lasitud ante lo que oprime patrimonializando la pusilanimidad. Ambigüedades
conductuales que se instalan en las personas de cualquier sistema débil, y
ahora más. Entre ser un lobo – Homo
hominis lupus est- como el del Leviatán y un callado entre todos –un acomodado, cuanto menos-, se
encuentra el término justo por exacto, de aquellos que dicen las cosas con
bizarría, gallardía y sinceridad en una línea igual y desde el principio. Quien lo tenga que saber, que lo sepa. Cabe
decir que quizás los murmuradores de ahora y de siempre, o esos callados
expectantes, y que será cuestión de tiempo que unos u otros le den más tono a
sus timoratos lamentos de boca tapada con manta, acabarán elevando a griterío
altisonante su argumentario según la proporcional distancia de la que se encuentren del
criticado, y le empezarán a escribir, podremos preguntarnos ¿El coronel si tiene quien le escriba? ¿Quizás son unos valientes tardíos? Aparecen ahora los realizadores de inventarios de daños. En fin, otros somos más prácticos postulamos obra nueva y nada más.
Cabe,
por oportuno, referir de soslayo al discurso Conventual y a ese tiempo que
queda de estar adentro, y que configura toda una declaración de intenciones y
posiciones ante tal realidad temporal, y que también, en paralelismo literario con Márquez –hay que ser presuntuosos-, finaliza
tal aserto de forma escatológica. Dicho esto, nos caben unas últimas cuestiones ¿Estamos en ese tiempo monacal o fin de ciclo? Y, además… ¿Se está produciendo el momento
escatológico retórico? En fin, fuera como fuese, ustedes sabrán, nosotros lo
desconocemos. La metafísica es eso… un estimulo al pensamiento y nada más. Nada
den por cierto, simplemente ustedes concluyan. Equivóquense, es bueno; pero
aprendan del error y corrijan.